lunes, 8 de noviembre de 2010

Enrique Serrano reflexiona sobre el impacto del aparato en el quehacer de escritores y lectores.


Enrique Serrano reflexiona sobre el impacto del aparato en el quehacer de escritores y lectores.
Los iPad ya están en marcha, y sus efectos también.
La vida de las bibliotecas (sobre todo de las personales) y los viejos libros empolvados se verá pronto ferozmente afectada por la presencia desafiante de verdaderos acervos virtuales, casi inagotables, llenos de ventajas y perfectamente transportables; nadie puede negarse a la evidencia de sus virtudes ni pretender cerrar los ojos ante el cambio que suponen e imponen, un avasallante principio de sustitución agresiva que, como tantos otros, tiene lugar ante nuestros ojos, sin duelo alguno y de manera inconsulta.
Es la alternativa ante la trajinada y costosa pesadez de las viejas herramientas de sabiduría, hoy despojadas de su antigua grandeza.
La nostalgia va llenando el campo de los lectores tradicionales, con sus rituales y sus supersticiones. Los jóvenes miran por encima del hombro tales gestos de rigidez, tales rebeldías inútiles ante el paso del tiempo y el avance de las más audaces tecnologías.
Los viejos se cimbran, sin saber exactamente qué es lo que están perdiendo, y que nunca recuperarán.


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